martes, 24 de marzo de 2009

LA CORRUPCIÓN NOS ALCANZA


Asfixiados por la rutina, por el ir y venir programado del trabajo, todo saturado de sentido o desvinculado de él. Somos hijos del eterno cotidiano, aquel dictador que permite expresarnos del descanso como un alivio del tormento, aquel que permite expresar nuestro hartazgo en expresiones cortas cuando no trabajamos, cuando alcanzamos escapar de la rutina. El trabajo ya no reivindica nuestra humanidad, es el tedio constante para que en las vacaciones expresemos con un suspiro que hemos dejado el trabajo, que en ese momento por fin podemos estar con "nosotros mismos".

Y sin embargo nada sucede, todo parece demasiado, todos los días somos sombras dispersas que caben en mil tareas distintas, sin embargo una basta para cansarno, es aquel estrés tan de modo, tan famoso. Antes el trabajo era un remedio contra nuestro estrés cotidiano, una catarsis con nuestra nada imperiosa, aquella que se engrandece cuando los escolares salen de la escuela, sin horario estricto, sin disciplina, sin tareas. Hoy el trabajo es la causa del estrés, es una corrupción que no basta para rendir tributo, es la preocupación extendida que incluso permea nuestra vida privada, no tenemos más amigos que los amigos del trabajo, nuestra segunda familia, nuestro segundo hogar, nuestros nuevos "padres y hermanos", todo se resume en la misma rutina.

Si, una ridícula desdicha de cualquier oficinista, y es que nos cansamos no de un esfuerzo particular, sino de una experiencia inacabada, es el hecho de vivirde la rutina, de la exigencia permanente de lo cotidiano, son muchos los soldados armados con sus celulares, sus laptops, su conexión wi-fi, sus audífonos, sus pantallas portátiles, el el hombre dividido por la tecnología, y junto con el los miles de profetas y religiosos del nuevo culto mundano tan interminable como un viernes de rutina justo antes de salir del trabajo.

Luis E. Olivares

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