Los asesinatos de dos líderes corrompidos por sus excesos no hacía más que atemorizar a la mayor parte de la población.
Todos recordamos el anuncio de calma del Presidente Azul, su rostro desencajado, ocultando su nerviosismo, ocultando su temor, ocultando su fragilidad. Había llegado sin legitimidad y ahora su propia historia lo condenaba, a la semana siguiente se creo, como es habitual en México cuando la incapacidad de investigación y de la obtención de resultados a corto plazo se sucede, una "Comisión Nacional por la Justicia". El invento burocrático apenas había operado por tres semanas cuando en el norte del país, el primero de varios comandos armados y "revolucionarios" se alzaban en contra del Gobierno Azul, el desplegado en todos los periódicos, los rostros cubiertos en todos los noticieros.
Todos los medios televisivos apenas y pudieron ocultar el anuncio, apenas pudieron disimular el desastre que comenzaba. El presidente que llamaba a la unidad y a la democracia como un amuleto para ahuyentar a los malos espíritus ahora se enfrentaba con un hecho que ya no podía ocultar, no podía ocultar que su poder, si alguna vez lo tuvo comenzaba a debilitarse.
Todo sombras, todo murmullo, todo a media luz, así trataron los medios masivos el levantamiento durante dos semanas, tratando de minimizar el hecho, sin responder las miles de preguntas que nos hacíamos todos, era un plan orquestado para simular la paz mexicana, el estado fortalecido, la conciencia pura, el presidente sin miedo.
Es el comienzo, es el comienzo, pero cuando será el fin.
Continuará...
Luis E. Olivares
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