lunes, 14 de septiembre de 2009

EL PAÍS DE LAS ILUSIONES

Aunque suelo guardarme mis opiniones políticas, puesto que este blog patrocinado por VGO ESTUDIO es apolítico, a veces, como toda persona racional, como cualquier "homo sapiens", la impaciencia me quema los labios, solo para decir lo que pienso, lo cuál es entendible cuando escribir en blogs personales o compartidos como éste, suele ser una catarsis de nuestras frustraciones, propias o impropias de nuestra edad y condición.
Y no es necesariamente un frustración, es un coraje que viene de la impotencia, de la imposibilidad de explicar los absurdos que ocurren en nuestro país. Por un lado la poco participación de nosotros como ciudadanos para exigir a nuestros empleados, el gobierno en turno, a ser mejores, es un derecho, no sólo de palabra, sino porque todos contribuimos a mantener a la clase política, viven de nuestros impuestos y contribuciones. Por otro lado la soberbia y la tendencia a considerarnos estúpidos cuando intentan explicar la imposición de nuevos impuestos con un juego de palabras, un asunto de léxico, pero no con razones válidas y explicaciones convincentes. De verdad, creo que la clase política de este país nos subestima muchas veces, lo ha hecho durante los últimos años, y no sé si lo hará los años siguientes. Muchas de estas respuestas dependen en gran medida de nosotros, de nuestra elección, de nuestra capacidad para decir lo que nos molesta, lo que hiere nuestra inteligencia, lo que nos indigna. Y no se resume, como ha dicho el amadísimo Sr. Presidente, en "hablar bien de México", sino en que tenemos derecho a hablar mal, no de México, sino de los que lo gobiernan, de los que intentan vendernos una idea ya trabajada, los que esperan que aceptemos sin chistar, callados, sumisos, sin voz, y con el símbolismo del "voto" el cuál se diluye en la desesperanza de la abstención o del voto en blanco.

Señores políticos, a veces quisiera pensar que aún tenemos tiempo para evitar una verdadera revolución, de las cuáles la mayoría han sido violentas, de que tenemos tiempo para transitar a un cambio evolutivo ciudadano, capaz de exigir la rendición de cuentas a nuestros empleados, de destituirlos cuando no han cumplido con las expectativas de la mayoría, y perdonen, pero les guste o no, a los senadores que llaman "piojosos" a esa mayoría, pero para desgracia de muchos, en efecto, son los pobres, los que al final se convierten en excusa, pretexto o frase de conveniencia para evadir la eficacia en el servicio y la administración del dinero público. Esta esperanza sin embargo se diluyó cuando el "gobierno del cambio" desaprovechó esa gran oportunidad para transitar por un cambio pacífico, fue el cambio traicionado, pactando con los mismos actores políticos y sindicales, los que abusan de su poder político y monetario, los que aprovechan su puesto para favorecer a sus familiares, los mismos que pueden comprar con prestanombres lujos aquí y en el extranjero.

Ahora ¿qué nos queda?, ¿una revolución violenta?. No lo sé, prefiero no perder la esperanza de un verdadero cambio pacífico, pero con anuncios como el de la semana pasada de incrementar los impuestos, manteniendo los mismos privilegios a la misma clase política de todos los niveles, en todos los poderes, en todos los ámbitos, me hace ver esa extraña realidad que nadie quiere ver. Es la misma realidad que vemos cuando los jóvenes con los que he platicado en días recientes comienzan a renegar de su propio país, si... son los que "prefieren largarse" a otro país en donde en verdad puedan tener un futuro, porque parece que México ya no puede dárselos.

Bueno, creo que finalmente si es una catarsis.

Seguiremos leyéndonos.

Luis E. Olivares

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