lunes, 26 de octubre de 2009

CUENTO DE LUNES

LO QUE NO FUE TAL VEZ SERÁ...
I
Cuando abrí el cajón sabía que lo primero con lo que toparían mis ojos, sería esa vieja carpeta, acabada por su propia historia, pesada por sus recuerdos, lastimosa por las palabras inacabas, maldita por estar ahí a pesar de que desde hace tiempo quiso deshacerme de ella. No pude, o tal vez no quise hacerlo. Me consideraba alguien capaz de olvidar, de dejar atrás, de transmutar esos recuerdos doloridos en imágenes quietas y sin color, como aquellos espectaculares que circular a nuestra vista todos los días y sin embargo son incapaces de generarnos una emoción auténtica.

Las veces que quise tirar o romper esa carpeta me detenía a leer de nuevo las cartas, a ver las fotografías a olor las flores secas envueltas entre las hojas que se perdían en las letras de pensamientos inacabados. Entonces la cerraba cuidadosamente, como si fuera una ceremonia del olvido, depositándola al fondo del cajón, cerrándolo a su vez de forma silenciosa, entonces me volvía y todos aquellos documentos se perdían en el tiempo, hasta el nuevo día de ocio cuando volvieran a renacer.

II
Su sonrisa tan frágil, como si fuera a cambiar abruptamente a un llanto inefable, de aquellos que los que escapas sólo torturando tu conciencia para que no puedas escuchar o ver cosa alguna más que tu propia presencia. Cuando saqué aquella foto en la que le pedí me sonriera, mis días eran distintos, aún no descubría mi cinismo, ni mi temor exagerado al fracaso, ni mis paronoias frecuentes, ni todos mis vicios que hoy me vuelven "normal" en esta sociedad tan débil.

Quisé volver a ver su rostro, sus ojos callados, grandes, aquellos que se perdían en su propia mirada, cuyo ángulo era incapaz de ser captado por la lente de la cámara. Su cabello negro como el color de sus ojos, rebelde, suelto, libre, invasor de su mirada y de la mitad de su rostro muchas veces. Su boca pequeña, pero carnosa, su tez blanca, sus orejas casi ocultas por su cabello, sus manos sujetas a la nada.

III
Desde que terminamos hace más de dos años, me pidió que no la viera, que la olvidara, que perdiera su recuerdo en el hastío imperante de mis propias contradicciones. Durante un tiempo estuvo bien, pero hoy... tan sólo quise demostrarme que tal vez no podía olvidar. Que era otro alarde mío, que los recuerdos que guardaba en áquel cajón infame eran la prueba de mi manía para los recuerdos guardados, aquellos que nunca se van y que me atormentan como fantasmas merodeando mi cabeza.

Y es que si fuera capaz de olvidar entonces no sólo habría desaparecido el cajón, sino también las dos cajas repletas de símbolos de mi propia angustia.

IV
Mañana tal vez no sea Mariana, sino Alejandra.

FIN

Luis E. Olivares Guevara

PD. Esta semana podcast por su blog de confianza.
Feliz inicio de semana.

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